por Lic. Raúl Ochoa y Gómez – Economista
La inflación suele ser definida como “el aumento generalizado y sostenido en los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un determinado período de tiempo”.
Pero… ¿Siempre hubo inflación en el mundo? Uno de los antecedentes más antiguos, tuvo lugar en el Imperio Romano durante el Siglo I d.C., cuando el emperador Nerón bajó la cantidad de plata que tenían los denarios, para de esa forma, acuñar más monedas. Con el tiempo, los comerciantes se dieron cuenta de la adulteración de la plata y subieron los precios.

Otro gran proceso inflacionario histórico se dio con la llegada masiva de oro y plata del “Nuevo Mundo” a España, ya que los nuevos metales permitían aumentar la producción de dinero creando una gran tensión inflacionista.
Ya en el siglo XX, surgieron varios procesos conocidos como hiperinflacionarios, entre los cuales se destacan la inflación de entre guerras en Alemania (tasa del 21% diario), la de post-guerra en Hungría – siendo la más alta de la historia con un incremento diario en los precios del 207% –, más cercano en el tiempo se puede encuentra la ex Yugoslavia con el 65% de inflación diaria durante 1994 y Zimbawe con el 98% durante cada día del 2008.

Capítulo aparte se merece dicho proceso en la Argentina, con periodos inflacionarios que atraviesan prácticamente toda su historia, y que según estimaciones de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), llegan a un promedio del 105% anual durante los últimos 100 años.
Para continuar, deberíamos saber cómo se llega a esos valores, es decir, ¿Cómo se calcula la inflación en Argentina?
Para responder esta pregunta, primero debemos definir el índice de precios al consumidor (IPC), el cual es un indicador que muestra la evolución promedio de los precios de un conjunto de bienes y servicios representativos del gasto de los hogares.
Para construir el IPC se realiza una encuesta sobre gastos familiares, obtenida a partir de una muestra significativa de toda la población. Una vez que tenemos este indicador que representa los distintos bienes que conforman una cesta habitual de consumo por los argentinos “promedios”, podemos estimar la variación que experimentan distintas variables de la economía, como ser: el salario real, el poder adquisitivo del peso y obviamente la inflación.
En definitiva, el IPC ofrece una serie de variaciones de precios con respecto al mes anterior. Pero la inflación (como ya la definimos) es el aumento generalizado del nivel de precios, lo que convertiría al IPC en solo un indicador proxy, aunque bastante representativo.
Dada la coyuntura actual, resultaría trascendental establecer algunas medidas para lograr su disminución. Pero no podemos definir soluciones a un problema, si no conocemos bien sus causas. Razón por la cual, vamos a tratar de describir los principales factores que provocaron que estemos atravesando los niveles de inflación más altos de los últimos 30 años.
Sin lugar a dudas, el principal generador de inflación en nuestro país, es el creciente déficit fiscal. La continua necesidad de financiar el déficit de un Estado cada vez más grande e ineficiente, ha provocado un incremento constante de la emisión monetaria, del endeudamiento y de la presión tributaria. Pero, dado que el aumento de impuestos y la posibilidad de tomar créditos, tienen un límite y no dependen solo de la decisión del Gobierno, este ha optado cada vez más por la emisión monetaria, lo cual genera un aumento creciente del nivel general de precios.
El segundo factor en importancia relativa, es el estrangulamiento de la balanza de pagos, ya sea por una gran demanda interna de importaciones o por el incremento del financiamiento externo, termina ejerciendo siempre, una presión devaluatoria y por ende, un aumento automático de todos los precios en lo bienes importados, muchos de los cuales se usan como insumos en la producción local.
Otro factor que ejerce una presión constante sobre el dólar, son las tasas de interés negativas (tasas por debajo de la inflación), lo que provoca que la gente ahorre en dólares, aumentando constantemente su demanda. Teniendo 2 posibles efectos 1) depreciación de la moneda (con sus efectos mencionados) y 2) la aplicación de controles cambiarios y de movimientos de capitales (como los actuales) lo cual genera presión inflacionaria a través de la conocida “brecha cambiaria”.
El último factor a tener en cuenta es la “inflación inercial”, la cual viene dada por la expectativa de inflación que se genera en base a la experiencia reciente. Entonces, si la inflación viene creciendo, los agentes económicos proyectan una inflación mayor – ajustando precios, contratos de alquileres, convenios colectivos, etc. – provocando un espiral inflacionario. Según un informe de la consultora EconViews, “al menos un 40% de la inflación núcleo de un mes se explica por la inflación del mes pasado”.
Entonces… ¿Cómo se soluciona este círculo vicioso?

La solución eficiente es corregir el problema de fondo. Es decir, reducir el gasto, la emisión monetaria y las expectativas inflacionarias. Lo cual es muy sencillo de escribir, pero no tanto de ejecutar. Sin embargo, a continuación vamos a describir algunas medidas que se podrían implementar.
El problema del déficit fiscal es constantemente planteado desde todos los sectores, la diferencia radica en donde debe realizarse la disminución del gasto sin generar una crisis de gobernabilidad. En este sentido un eje fundamental es cambiar la forma de hacer política, no se puede seguir aumentando el gasto en transferencias indefinidamente. Además, se podrían generar grandes ahorros si se asignaría de forma más eficiente el gasto público. Pero el foco no solo debe estar puesto en la disminución del gasto, sino también en la generación de mayores ingresos para el fisco, pero no mediante el aumento de impuestos, sino a través de un mayor crecimiento económico, una mayor generación de empleo y a una eliminación de la economía informal y la evasión. Complementariamente, debería darse una mayor autonomía al Banco Central de forma que no termine financiando siempre el déficit fiscal con emisión, lo cual obligaría al Gobierno a ordenar sus números.
En cuanto a las constantes devaluaciones que realiza el gobierno argentino sobre su moneda, el problema es muy profundo, pero podríamos aportar que, solucionado el problema de la emisión y el déficit, el énfasis debería estar puesto en incentivar las exportaciones no tradicionales (y NO trabar las tradicionales) , principalmente facilitando mecanismos que generen la incorporación de capital y tecnología por parte de las empresas de forma que se pueda aumentar la productividad del trabajo, teniendo el doble beneficio de mejorar la competitividad de nuestros productos y la contratación de trabajadores.
Finalmente, para atacar el componente inercial de la inflación, se deben tomar un conjunto de medidas que permitan cambiar las expectativas. Una posibilidad es anunciar con anticipación, cual es el porcentaje en el que se pretende disminuir la inflación para el próximo trimestre y que políticas se realizaran para cumplir ese objetivo. También se podrían incorporar aquí algunas medidas de acuerdos consensuados, como por ejemplo, los derivados del Consejo Económico y Social.
Las líneas aquí planteadas no pretenden hacer un análisis exhaustivo del problema inflacionario, sino aportar una mirada clara y una solución que, si bien puede parecer un poco simplista, marca un camino mucho más claro que las políticas actuales.
En definitiva, la forma de empezar a romper este círculo vicioso en el cual está inmerso la economía argentina es cambiar completamente la forma de manejar la economía. Pensando un Estado eficiente, que promueva las inversiones, que mantenga el valor de la moneda, aumentando el comercio con el resto del mundo y cuidando todos los recursos del país, principalmente los humanos.

Lic. Raúl Ochoa y Gómez – Economista