Exigencias y resultados para la economía argentina Por Raul Ochoa y Gomez Licenciado en Economía
La idea de una moneda común para los principales países de Sudamérica, ha estado en carpeta desde la creación del Mercosur hace más de 30 años. Durante ese periodo se barajaron distintas opciones, como las monedas “mercosur” acuñadas bajo la presidencia de Carlos Menem en 1998, o el “peso-real” que trataron de impulsar los presidentes de los bancos centrales de Brasil y Argentina durante las gestiones de Bolsonaro y Macri. Ahora, parece ser el expresidente brasileño Lula Da Silva quien impulsa nuevamente este cambio monetario en plena campaña electoral.
La posibilidad de una unificación de monedas, era uno de los temas acordados en el Tratado de Asunción (1991), el cual establecía como uno de sus principales objetivos, la coordinación de políticas macroeconómicas de todos sus miembros, para luego converger hacia la “integración monetaria” entre los distintos países.
Pero parece que este principal condicionante sigue sin resolverse. Es decir, para que exista una moneda común debe haber un único Banco Central que emita dicha moneda y este hecho requiere una serie de condiciones sine qua non. Si tomamos de ejemplo la Unión Europea, los países que quieran ingresar a la zona euro, deben cumplir – entre muchos otros – los siguientes requisitos: 1) estabilidad de precios, 2) finanzas públicas saneadas, 3) estabilidad el tipo de cambio, 4) unificación de la tasa de interés a largo plazo y 5) una convergencia jurídica que garantice la compatibilidad legal de los Estados miembros.
A simple vista, podemos darnos cuenta que Argentina – y varios de sus vecinos – no cumplen con estos requisitos.
Entonces, ¿Cuál es el camino hacia la conformación de un verdadero bloque continental con monedad unificada?
Lo primero sería resolver las asimetrías macroeconómicas y regulatorias (de forma similar a la UE). Para esto, Argentina y Brasil – como principales potencias sudamericanas – deberían tomar la iniciativa, comenzando a diagramar una hoja de ruta que nos permita llegar a una unificación económica continental. En este sentido, la integración comercial sería uno de los primeros puntos a avanzar, comenzando con una unión aduanera que permita la libre circulación de bienes y servicios, junto con un arancel común para los bienes que vienen del exterior. Luego habría que avanzar en un verdadero mercado común, que implique las mismas políticas en materia de impuestos, aranceles y trámites burocráticos, para después sumar temas como la emisión monetaria, el tipo de cambio, la tasa de interés y el tratamiento de la deuda (interna y externa). Complementariamente, se deberá ir compatibilizando la legislación laboral y el marco legal en materia económica. Una vez cumplido estos requisitos, será momento de diseñar la creación e implementación de un banco central sudamericano que sea el responsable de la nueva moneda.
Es importante aclarar que Argentina tiene en Brasil su principal socio comercial, con montos de exportaciones e importaciones que triplican el intercambio con China o Estados Unidos. En este sentido, una moneda común facilitaría el comercio entre ambos países, disminuyendo la necesidad de divisas (dólares o cualquiera que la reemplace en el futuro).
En este sentido, que “la moneda sudamericana” sea nuevamente un tema de debate es muy alentador, ya que su implementación – como ya detallamos – traería reformas estructurales, más que necesarias para nuestro país, además, al tener instituciones supranacionales (en principio, más fuertes), generaría una mayor estabilidad económica a largo plazo.
En el caso de que se logren exitosamente esos acuerdos y reformas, los beneficios para Argentina serían muchísimos, pero podemos destacar los siguientes:
- Disminución de la inflación. Al tener un mayor control monetario, se podría esperar que la tasa de inflación disminuya hasta converger con la tasa internacional o del bloque.
- Mayor entrada de capitales. La estabilidad macroeconómica y el acceso a un nuevo y mayor mercado, estimularía la entrada de capitales e inversiones extranjeras.
- Mayor acceso al crédito. El aumento del flujo de capitales y la disminución esperada en la tasa de interés facilitarían el acceso local al crédito.
- Aumento del comercio. Quizás uno de los efectos más inmediatos sería el aumento del flujo comercial entre los países miembros.
- Mejora en los términos de intercambio. Se podría esperar que el nuevo bloque tenga un mayor poder de negociación en el comercio internacional lo que generaría una mejora en el precio de los productos que se venden al exterior.
- Crecimiento del PBI. La modificación de todas las variables descriptas anteriormente, generaría un fuerte crecimiento del producto bruto interno, el cual además, podría ser más estable y sostenido en el tiempo.
- Mayor seguridad frente a shocks externos. Contar con una moneda fuerte frente a los acontecimientos externos es de vital importancia, ya que por ejemplo, frente a una eventual fuga de capitales, el Banco Central Sudamericano, tendría herramientas para contrarrestar – aunque sea parcilamente – sus efectos.
- Prestamista de última instancia. A diferencia de la dolarización (otro de los temas puestos nuevamente en debate), la creación de una moneda común no eliminaría la función de prestamista de última instancia que actualmente cumple el Banco Central, pudiendo hacer frente de una forma efectiva a las crisis financieras internas.
El camino hacia la unión regional y el establecimiento de una moneda común en Sudamérica es largo y difícil pero los beneficios superan ampliamente los costos y poner el tema en debate, es el primer paso.

Lic. Raúl Ochoa y Gómez
Economista